Para entender la historia, síguela en orden

25 enero 2009

7.El Sexo Mandamiento

Me levantó del suelo por los hombros:

-No llores, lo has hecho muy bien. Ven, vamos. –Dijo imperativo

Enora estaba arrodillada con una expresión claramente desafiante. Me pidió el perdón forzado y Mario me soltó.

Salí corriendo apabullada hacia mi habitación saltando a la cama. Sabía que me tocaba esperar; y esperé, a que las lágrimas se secaran, a despertarme de la propia vida y perderme en un sueño del que no volver…A l castigo de mi madre, que con la mirada en su perdón me lo ordenó sin necesidad de palabras.

Escuché cómo entre susurros Enora despedía a Mario en el recibidor.

Las entradas y salidas de casa siempre eran silenciosas, furtivas. Todo debía ser silencio y calma mientras el pestillo estuviera corrido en mi puerta. Pero esa vez mi dormitorio estaba abierto. Abierto a una parte del mundo de Enora que no debí descubrir ni conocer.

Sólo cerrar la puerta de la calle, cruzó la mía. Noté su presencia a pesar de seguir cubierta por la colcha y oculta bajo la almohada. Tuve el tiempo justo de contraer el cuerpo con fuerza antes de recibir sus golpes. (Es curioso como el reflejo de esconderse bajo los brazos perdura a lo largo de la vida, aun cuando deja de tener sentido…) No sé con qué me golpeó, ya no importa.

La mañana siguiente fue como cualquier otra: Enora se viste de madre, me guarda un bocadillo en la mochila, se enfada si no me tomo la leche y antes del abrigo, me peina largo rato unas trenzas enlazadas.

El camino a la escuela fue el más largo de mi vida. Cogida de su mano estricta marcando el paso un metro por delante de mí. ...Me pesa el cuerpo, los párpados, el alma. Sé que ando porqué veo mis zapatos en movimiento pero, no siento el cuerpo como algo mío… ¿Es lo que se siente al morir?